martes, 4 de octubre de 2011

EL PRECIO DEL ORGANIZADOR

EL PRECIO DEL ORGANIZADOR


Texto:

El lunes tuve día libre y bajé a correr casi a mediodía. Sin exceso de calor, descubrí una hora desconocida en El Paraíso. Entonces la calma no sólo le pertenece al parque. También a uno mismo, malacostumbrado, quizá, a esas tardes de verano con los carriles, a veces, gobernados por gentes que pasean, perros que se sueltan y hasta bicicletas que se escurren. Nada de eso pasa en una mañana laborable como la de ayer, en la que la paz sienta cátedra. A lo lejos, advertí a un solo atleta, un tipo con zancada y vocación, Luis Miguel Canfranc, que se unió a mi pequeña aventura. Entre los dos sumamos más de una hora leve para compensar el esfuerzo del domingo. El ritmo abrió una conversación que respiró tranquila y sin incidentes en las cuestas. Y atendí a su orgulloso discurso como uno de los organizadores del Trofeo Edwards, la carrera del club, que se vivió ayer en estas mismas tierras. Un año más, la voluntad volvió a hacer proeza. Y a veces parece que ser organizador es no ser nada, pero resulta que escuchando a nuestro adorado Gaby, a Vicente o a Canfranc entiendes que no hay leyes mucho más injustas que esa. Sintetizaré, a grandes rasgos, y no entraré en datos más concretos por miedo a equivocarme. Pero contaré lo que les escuché estos y pasados días. Y me uniré, en la soledad de este relato, a sus últimos días, a su última semana. La vida entonces acepta una anatomía feroz antes de que suene el silbato. El destino pierde a su dueño. Hay que cargar cajas, llenar las bolsas de los corredores, recoger las camisetas, organizar facturas, cerrar el listado de inscritos, apuntar a 60 en una sola mañana, levantarse a las siete el domingo…, una señora mudanza. Son cosas a las que yo mismo no daba el valor que tienen y que sólo compruebas cuando escuchas. Y entonces descubres el valor del corazón. El precio de la inscripción casi no da para cubrir gastos. Y si se gana dinero, que no siempre, es simbólico. Pero, claro, esta es una carrera de corredores para corredores. Por eso el orgullo es el esfuerzo, el cerebro, la sensación que hoy apasiona a Gaby, a Canfranc, a Dani, a Vicente, en definitiva, a todo el club Edwards, para volver a empezar el próximo año, no hay alegría más compartida.

Yo, como un atleta más, se lo agradezco. Yo, mi hijo y mi hermano fuimos de los 500 corredores que respondieron a ese duro trazado, a esa bellísima mañana de domingo. Tuvo conciencia hasta la temperatura en un día siempre amable y soleado. Supongo que habrá algo de poesía en este relato, pero la realidad puede más, estoy convencido. Y, si les parece y Vicente Sánchez, que es el padre de esta criatura, lo admite, esta será la primera de mis colaboraciones en el blog. Ya lo saben: soy un ferviente admirador de la palabra escrita, de la hoja en blanco y de sus soledades. Creo que con esta tarjeta de presentación es suficiente. El resto forma parte de lo que nos iguala o diferencia cada tarde en el parque de Arcentales. Naturalmente, el ruido no será el mismo que en la carrera del domingo. La nómina de atletas será muy inferior. No hay inscripciones ni sala de trofeos. Pero es el tiempo para que los organizadores del Trofeo Edwards, corredores de pies a cabeza, piensen sólo en sí mismos.


Copyright © Alfredo Varona

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